El fin de semana estuve en
Horcón trabajando y compartiendo con amigos. El domingo a medio día después de
haber jugado futbol por primera vez en MUCHO tiempo, agarré rumbo de
vuelta a Montegrande. Horcón está a más o menos 12 km de Montegrande. Pisco Elqui
está al medio de los dos pueblos y desde ahí salen varios buses a Montegrande,
pero no desde Horcón. Tuve que "hacer dedo" -irme de
"ride"- por primera vez en el viaje sola de Horcón a Pisco. Caminé un
rato, saqué fotos de Horcón y por suerte me levantó una pareja
santiaguina muy agradable.
"Vamos hasta Pisco ¿Quieres una mandarina? Hay muchas."
Y de ahí esos 8 km nos la pasamos hablando sobre mi viaje, lo que yo hacía en
el Valle. Me contaron que estaban alojando en Alcohuaz (pasando Horcón).
Abrí mi mochila para sacar mi cartera y darles mi tarjeta que tiene sólo el facebook y el mail de madejándoLA. Llegamos a Pisco, me bajé en la plaza, pregunté sus nombres (aunque sólo me acuerdo de el de ella: Constanza) y me despedí dándoles las gracias.
Caminé hacia la entrada de Pisco esperando que pasara un bus a Montegrande y no tener que caminar esos 4 km, y así pasó. Llegando a casa abrí mi mochila. Mi cámara no estaba. La había sacado en el auto a la hora de buscar la tarjeta. Creo que por un momento dejé de sentir mis manos.
No me quedó más que volver a Montegrande, cruzar la calle a la tienda y comprarme una cerveza. Llamé a Boris, amigo de Horcón que tiene auto, para pedirle que me llevara al siguiente día a Alcohuaz. Fácil: Buscar a una pareja de quienes no sé el nombre más que de ella, en un auto chiquito, plateado del que no recordaba la marca, que se hospedaban “afuerita” de Alcohuaz, y “pare de contar” (como dicen aquí) con las referencias.
Abrí mi mochila para sacar mi cartera y darles mi tarjeta que tiene sólo el facebook y el mail de madejándoLA. Llegamos a Pisco, me bajé en la plaza, pregunté sus nombres (aunque sólo me acuerdo de el de ella: Constanza) y me despedí dándoles las gracias.
Caminé hacia la entrada de Pisco esperando que pasara un bus a Montegrande y no tener que caminar esos 4 km, y así pasó. Llegando a casa abrí mi mochila. Mi cámara no estaba. La había sacado en el auto a la hora de buscar la tarjeta. Creo que por un momento dejé de sentir mis manos.
No me quedó más que volver a Montegrande, cruzar la calle a la tienda y comprarme una cerveza. Llamé a Boris, amigo de Horcón que tiene auto, para pedirle que me llevara al siguiente día a Alcohuaz. Fácil: Buscar a una pareja de quienes no sé el nombre más que de ella, en un auto chiquito, plateado del que no recordaba la marca, que se hospedaban “afuerita” de Alcohuaz, y “pare de contar” (como dicen aquí) con las referencias.
Dentro de todos los pensamientos que tuve, de alguna forma me
mantuve tranquila sabiendo que se había quedado en manos de gente que me había
dado mucha confianza y buena onda. Llevaba
3 días con la misma ropa, y como diría mi papá “olía a chivo revolcado” después del futbol, eran
las 4 de la tarde y no había comido nada.
Decidí prender una computadora de la biblioteca por si me
escribían un mail, meterme a bañar y prepararme algo de comer. Ahora que lo
pienso, también metí a lavar toda mi ropa, antes de volver a salir rumbo a
Pisco, a ver si de casualidad seguían ahí los que me habían traído. Nada.
Y así salimos el lunes a preguntar en todos los hospedajes de
Alcohuaz, sin respuestas positivas. Cada lugar al que llegábamos, nos decían
que no tenían idea pero que tal vez “más arriba” en los otros hospedajes. Cabe
recalcar que Alcohuaz es el último pueblo en el camino. Más allá del último
hospedaje no hay nada más que cordillera.
Llegamos al último de los últimos hospedajes y mientras bajaba vi
no uno, sino dos autos plateados chiquitos, casi corro, casi lloro. Cuando
llegué a donde están las cabañas, la dueña me recibió y le conté mi situación. La pareja se
hospedaba ahí, me condujo a su cabaña. Ni bien había llegado, salieron a
recibirme con cámara en mano. Me habían buscado el domingo en Pisco y pensaban
bajar a dejarme la cámara a Montegrande. Hasta me invitaron a pasar por un
tesito. Aunque no pude quedarme a tomarlo, quedé muy feliz por haber recuperado
mi cámara y muy conmovida con lo amorosos que fueron.
Lo mínimo que podía hacer era sacarles una foto, darles las
gracias en persona y por este medio, dedicándoles esta entrada.
Estoy muy agradecida por tener la suerte de haber dejado la cámara
en su auto y no en otro, agradecida también por contar con amigos que me
ayudaran a recuperarla, agradecida por que todo haya salido bien.